Lo que «la modernidad se llevó»…

Antes de entrar a la fascinante historia de los Palacios del cine de Monterrey, N.L. México, ¿Qué diferencias recuerdas entre las salas unitarias de ayer y los modernos complejos multi cinemas de hoy?…

Veamos aquello que las hace diferentes…

LAS CORTINAS
Un ventanal enorme a un mundo fantástico…

Sin duda alguna las salas cinematográficas de hoy en día ofrecen muchísimas ventajas y comodidades sobre los antiguos palacios del cine, aquellos enormes caserones de una sola sala, como la calidad de proyección, tanto en la imagen como en el sonido. Películas completas sin rollos “cortados” ni rayas en la imagen causadas por los viejos proyectores.

Las salas tipo estadio que facilitan que el vecino de adelante no nos tape una porción de la pantalla y más si se trata de alguna dama con un “chongo” vertical; la climatización -sobre todo en ciudades como la calurosa Monterrey- que hace de nuestra estancia algo muy confortable; los estacionamientos, aspecto que ha adquirido una gran importancia y espacio del que carecían todos los cines de antaño; la cercanía, ahora que los cines se han multiplicado y desplazado a los centros comerciales de las diferentes zonas geográficas y suburbios de las ciudades modernas, y con el florecimiento de los complejos que albergan múltiples salas, tenemos a mano en un solo sitio todas las ofertas de la cartelera sin que tengamos que desplazarnos a diferentes puntos del centro de la ciudad, en fin…

Pero entre lo que perdieron las modernas salas de cine hay elementos que eran parte de la magia de ver una película en la pantalla grande. Tal vez el más notorio sean…

¡Las cortinas!

Cuando la luz de la sala se desvanecía y daba paso a la oscuridad, se abrían los también llamados telones, algunos de dos piezas que corrían del centro a los costados, otras de una sola pieza que subían desde el piso y hasta arriba de la pantalla.

Al descorrerse las cortinas se abría literalmente un ventanal enorme a un mundo fantástico, a una alfombra voladora que nos transportaba a lugares remotos, a vivir el drama o la comedia, la aventura o el misterio, el pasado o el futuro, y nos provocaba grandes emociones y sentimientos. Al terminar la película las cortinas se cerraban frente a nosotros devolviéndonos a nuestras respectivas realidades. Estoy convencido que la apertura y cierre de cortinas, que seguramente es una herencia del teatro, ejercía notables efectos psicológicos y emocionales entre nosotros los espectadores.

La modernidad y los costos también dejaron atrás a

Las Acomodadoras

Solícitas damas que dotadas de una linterna en mano nos llevaban a través de los pasillos de la luneta a alguna butaca desocupada -no estaban numeradas todavía- y que esperaban recibir a cambio del servicio una propina. Seguramente otra herencia teatral. Esto era buenísimo sobre todo en las concurridas funciones dominicales o en las vespertinas en que llegabas a la sala todo “encandilado(a)” cuando ya había iniciado la proyección, evitando así pisar callos y juanetes del respetable, tirar el refresco y la palomitas en la cabeza de algún inocente “cristiano” que disfrutaba la proyección o peor aún un tropiezo de graves consecuencias.

Los noticiarios fílmicos

Con la llegada y popularización de la televisión que contaba ya con la incipiente inmediatez de las noticias, se fueron perdiendo los noticieros cinematográficos que nos traían imágenes de eventos sucedidos alrededor del mundo varios días atrás. ¡Y lástima! Se perdieron también con ellos los momentos humorísticos de “Pomponio y Kícaro”, que fueron los cómicos de planta de CINE MUNDIAL: revista fílmica (1955-1973), que se exhibía en los cines de México antes de que se proyectara el filme correspondiente, y el humor de Don Humberto Cauich en el noticiero cinematográfico semanal “TELE REVISTA” del también yucateco Manuel Barbachano Ponce. El periodista Agustín Barrios Gómez era responsable del NOTICIERO CONTINENTAL fotografiado por el afamado Demetrio Bilbatúa.

La Permanencia voluntaria…

A diferencia de hoy en que las funciones son separadas una de la otra, antes podías llegar a ver hasta tres títulos diferentes en una sola sesión… Eran tradicionales los programas de tres películas los jueves y los viernes y a precios populares. Los “Miércoles de Damas” en el REFORMA o los jueves en el MONTERREY. El REX pasaba tres cintas de un mismo género por $2.50.

Más alejados en el tiempo están

Los Dulceros

Esas personas que entraban por los pasillos de la sala ofreciendo golosinas al público y creo que hasta refrescos, las que llevaban acomodadas estratégicamente en un amplio cajón sostenido por una correa detenida con el cuello, muy al estilo de las “Cigarreras” de los cabarets que aún se pueden ver en las películas norteamericanas de los 40 y 50s. Aunque la verdad se puede extrañar el aroma de las palomitas, no así el ruido de las envolturas de celofán y el crujir de dientes con los cacahuates garapiñados.

“La fuente de sodas”

Lo que hoy conocemos como dulcerías llegaron en varias salas como el LÍRICO, el FLORIDA o el MONTERREY a ser elegantes “Fuente de sodas” que para comodidad de los asistentes ofrecían refrescos, sándwiches, café, nieves, golosinas y pasteles. En el Mezanine del MONTERREY la fuente contaba con 16 banquillos giratorios y seis mesas. Otras contaban con salones fumadores con elegante mobiliario para el esparcimiento y socialización de los cinéfilos durante los intermedios antes o después de la proyección. Por su parte el FLORIDA ofrecía además en sus instalaciones un sala de juegos eléctricos como se puede leer en un desplegado periodístico publicado el día de su inauguración en el prestigiado periódico EL PORVENIR.

Hoy ya hay salas como la de CINÉPOLIS PUNTO VALLE en que golosinas, Hot-Dogs y refrescos se ordenan a través de una pantalla computarizada. Aquello de que “de la vista nace el amor” y la emoción de que te coquetearan los productos físicos con su forma y aroma va desapareciendo también.

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