Yo, Mary Shelley: La noche en que engendré al monstruo

Todos tenemos una idea de la historia de Frankenstein; pero, ¿Cómo llegó esa historia a la novela impresa?…

¿Cómo fue que Mary W. Shelley, una joven de apenas 18 años desarrolló una idea tan espantosa y estremecedora?…

¿Cómo vivió Mary Shelley ese proceso de gestación que dio vida a la criatura que horrorizó al mundo entero?…

Conozcamos a Mary W. Shelley en una visita a la noche en que engendró al monstruo…


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Con las actuaciones de:

Adriana Favela como Mary W. Shelley

Andrés Bermea como el Narrador


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Yo, Mary Shelley: La noche en que engendré al monstruo

Por Andrés Bermea con fragmentos de la Introducción de Mary W. Shelley a la novela FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO editada en 1831.

Narrador: – Frankenstein o el moderno Prometeo  (de 1818), escrita por Mary W. Shelley, cambió la historia del terror porque mezcló miedo con una pregunta muy humana: ¿Qué pasa cuando creamos algo y no nos hacemos responsables de ello?… Víctor Frankenstein arma una criatura a través de la  ciencia y luego la abandona; el “monstruo, la criatura” aprende, sufre y busca cariño. Por eso la novela conectó tanto: no es solo miedo, es una pregunta moral que todos entendemos -sobre empatía, rechazo y consecuencias-.

La novela Frankenstein se volvió popular porque tiene un símbolo poderoso (la criatura incomprendida) que cada generación reconoce. Y la película de 1931 lo hizo inolvidable: la imagen del laboratorio, los rayos, Boris Karloff, el “¡Está vivo!”. Ese filme fijó el look del monstruo y ayudó a que Frankenstein fuera un clásico del cine de terror. Hoy sigue vigente porque habla de tecnología, poder y responsabilidad… temas que siguen siendo nuestros.

Todos tenemos al menos una vaga idea de la historia de Frankenstein; pero, ¿Cómo llegó esa historia a la letra impresa?… ¿Cómo fue que una joven de apenas 18 años ideó y desarrolló una idea tan espantosa y estremecedora?… ¿Cómo vivió Mary W. Shelley ese proceso de gestación que dio vida a la criatura que horrorizó al mundo entero?… Conozcamos a Mary W. Shelley en una visita a la noche en que engendró al monstruo…

El verano de 1816 se presentó fuera de lo normal, fue terrible, frío y lluvioso por los efectos globales de la erupción del volcán Tambora situado en Indonesia, ocurrida un año antes, el 10 de abril de 1815; liberó toneladas de polvo de azufre que se extendieron por todo el planeta y que originó lo que se conoce como el “El año sin verano”;… Un descenso importante de temperatura y lluvias tan persistentes que dejaron frías a Europa y Norteamérica… Estas lúgubres circunstancias acabaron siendo el escenario perfecto para que se gestara una de las novelas de terror gótico más clásicas de toda la historia, una de las más turbadoras novelas de la literatura europea… FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO… su autora, Mary Wollstonecraft Shelley

Mary: -En 1812 conocí al poeta Percy Bysshe Shelley [Pur·see-Bish-Sheh·lee] de quién me enamoré perdidamente… Aunque él estaba casado con otra mujer en ese momento, -Harriet-, me fugué con él a Francia en julio de 1814. A petición de ella misma, escapó con nosotros mi hermanastra Claire Clairmont hija de la segunda esposa de mi padre, quien enviudó de mi madre poco tiempo después de mi nacimiento… Yo tenía apenas 16 años y cinco menos que aquel muchacho que se convirtió en mi primer y gran amor… Nos casamos luego en diciembre de 1816.

Narrador: – En mayo de 1816 Percy Shelley decidió llevar a Mary al pueblo suizo de Cólogny, en las orillas del Lago Lemán, también conocido como Lago de Ginebra, el mayor de la Europa Occidental.

Estando ahí fueron invitados a la cercana y elegante Villa Diodati por el poeta Lord Byron, que había empezado una aventura con Claire, la hermanastra de Mary.

Mary: – Nos convertimos en vecinos de Lord Byron. Al principio pasábamos horas agradables en el lago o vagando por sus orillas; y Lord Byron, que estaba escribiendo el tercer canto de Childe Harold («Chaild Jare-uld»), era el único entre nosotros que ponía sus pensamientos sobre el papel.

Resultó ser un verano húmedo y desagradable, y la lluvia incesante a menudo nos confinaba en casa durante días.” Como buenos románticos, amábamos la naturaleza, estábamos fascinados por los avances de la ciencia y adorábamos las historias de terror gótico.

Cayeron en nuestras manos algunos volúmenes de historias de fantasmas, traducidas del alemán al francés, entre ellas un ejemplar de la llamada “Fantasmagoriana”… Los recuerdos están tan frescos en mi memoria como si los hubiera leído ayer. Ese encierro forzoso en Villa Diodati es el caldo de cultivo inmediato de la invención.

La noche del domingo 16 de junio de 1816 dijo lord Byron «Escribiremos cada uno una historia de fantasmas», y su proposición fue aceptada. Éramos cuatro: Él -Lord Byron-, su amigo, médico de cabecera y secretario personal John William Polidori; mi futuro esposo Percy Shelley y yo…  Esa fue la noche en que engendré al monstruo

Narrador: – El 17 de junio John Polidori ya anota que “las historias de fantasmas han sido iniciadas por todos menos por mí”, lo que fija que el reto estaba en marcha. Para Mary Shelley el período de gestación fue doloroso en sus inicios y culminó el 17 de abril de 1817. Eso son unos 305 días.

La Copia en limpio para imprenta: fue preparada de mediados de abril, a mediados de mayo de 1817; pasa a tres tomos en ese proceso…

Mary: – Yo me afané en pensar una historia: una historia que rivalizara con aquellas que nos habían animado a abordar esta empresa; Una que hablase a los temores misteriosos de nuestra naturaleza y despertara un horror estremecedor; una historia que hiciese mirar alrededor suyo al lector asustado, le helase la sangre y le acelerase los latidos del corazón. Si no lograba esas cosas, mi historia de fantasmas sería indigna de tal nombre. Pensé y medité… pero sin resultado…

Sentía esa vacía incapacidad de invención que es la mayor desdicha del oficio de escribir, cuando la penosa Nada responde a nuestras ansiosas invocaciones…

«¿Has pensado ya una historia?» —me preguntaban cada mañana; y cada mañana me veía obligada a responder con una mortificante negativa.

Narrador: – Mary Shelly escribe en su introducción a la edición posterior de 1831: La invención consiste en la capacidad de aprehender -es decir: atrapar, capturar-, las posibilidades de un asunto y en el poder de moldear y dar forma a las ideas que éste sugiere.

Mary: – Muchas y largas fueron las conversaciones entre lord Byron y Shelley, a las cuales yo asistía devota, aunque casi siempre en silencio. En una de ellas se discutieron varias doctrinas filosóficas y, -entre otras-, la naturaleza del principio vital y si había alguna posibilidad de que llegase a descubrirse tal principio y conferirlo a la materia inerte…

Narrador: – Cuando Mary escribe “el principio vital” está nombrando -la incógnita científica sobre QUÉ hace viva a la materia– una incógnita que su novela convierte en dilema ético: no solo “cómo dar vida”, sino qué responsabilidad asume quien la otorga.

Mary: – Quizá podía reanimarse un cadáver; el galvanismo había dado pruebas de tales cosas y, desde luego, se habló de que tal vez las partes que habían conocido una vida anterior fueran reunidas de nuevo, ensambladas y vivificadas con el calor vital.

La noche avanzó durante la charla e incluso ya había pasado la hora de las brujas, antes de que nos retirásemos a descansar cada uno a su cuarto, para pensar o para dormir. Cuando apoyé la cabeza sobre la almohada, no me dormí, aunque tampoco puedo decir que pensaba.

Me puse a reflexionar si no podría yo también, en mi narración, reunir el terror a la vez físico y metafísico que tanto nos había inquietado, y hacer que se afianzara con un solo golpe en el corazón del lector. Si yo, como autora, no conseguía asustarme a mí misma, difícilmente asustaría a otros.

Narrador: – La semilla empezaba a germinar en aquélla mente hinchada de ideas, de los conocimientos de la época, de los fantasmas que merodeaban en su cabeza…

Mary: – Mi imaginación, desbocada, me presentó de pronto una imagen aterradora… vi con los ojos cerrados, pero con vívida visión mental, a un pálido estudiante de artes profanas, de rodillas junto al ser que había ensamblado…  Vi al horrendo fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con movimiento torpe y poco natural…

Debía de ser espantoso, pues supremamente espantoso sería el resultado de todo esfuerzo humano por imitar el prodigioso mecanismo del Creador del mundo. El éxito aterraría al propio artista; huiría horrorizado de su odiosa obra.

Una noche terriblemente espantosa; para los ojos que dormían, sueños tan espantosos no eran raros; pero yo, despierta, los vi no como sueños, sino como premoniciones. Temía mirar; temía que, al abrir los ojos, me encontrase con aquella cosa horrenda junto a mi cama; que, descorriendo mis cortinas, me observara con sus ojos amarillos, acuosos, aunque inquisitivos.

Abrí los míos con terror. La idea se apoderó de tal modo en mi mente, que me recorrió un escalofrío de miedo, y quise cambiar la imagen macabra de mi fantasía por las realidades a mi alrededor. Aún las veo: la misma habitación, el oscuro parquet – ese suelo de madera con diseños geométricos -, las contraventanas cerradas, con la luz de la luna forcejeando por entrar, y aquella sensación de que, más allá, estaban el lago vítreo y los altos Alpes blanqueados por la nieve. No pude librarme con tanta facilidad de mi horrible fantasma: seguía persiguiéndome en mi imaginación. Debía intentar pensar en otra cosa.

Narrador: – Ciertamente Mary Shelly sufrió en vida y con los ojos abiertos la pesadilla que ella misma creaba…

Mary: – Volví a mi historia de fantasmas  —¡Mi pesada, mi desdichada historia de fantasmas!—…  ¡Oh, si al menos pudiera urdir una que asustase a mi lector como yo misma había sido asustada aquella noche!

Rápida como la luz —y tan alentadora— fue la idea que irrumpió entonces en mí:..  «¡La tengo!  Lo que me ha aterrado a mí aterrará a los demás; sólo necesito describir el espectro que ha visitado mi almohada a medianoche»…  A la mañana siguiente anuncié que había pensado una historia. Comencé ese mismo día con las palabras: «Era una noche lúgubre de noviembre», limitándome estrictamente a transcribir los tremendos terrores de mi sueño en vela.

Narrador: – La obra de terror asomaba ya la cabeza y venía al mundo para horrorizar a nosotros los mortales vivos…

Mary: – Al principio no pensé sino en unas pocas páginas, en un breve relato; pero Shelley me instó a desarrollar la idea con mayor amplitud…

Ciertamente no debo a mi esposo la sugerencia de una sola idea, ni siquiera de un sentimiento; y, sin embargo, de no ser por su estímulo, jamás habría tomado la forma con que se presentó al mundo…

Mi esposo, por su parte, desde el principio tuvo gran empeño en que yo me mostrase digna de mi ascendencia y grabara mi nombre en la página de la fama.

Narrador: – y ¡Así es!…  El nombre de Mary W. Shelley estará grabado a fuego hasta el final de los tiempos… La criatura vio la luz en forma de novela impresa el jueves 1 de enero de 1818 — Primera edición -publicada en Londres, Inglaterra-. Fue una publicación anónima en tres volúmenes y con un prefacio escrito pero no firmado de Percy Shelley y dedicatoria a William Godwin -el padre de Mary-.

El hecho de que se hiciera anónimamente da una idea de lo escandalosa que resultaba incluso para su propia autora, que diría años después:

Mary: –  ¿Cómo pude yo, entonces una muchacha joven, idear y explayarme en una idea tan horrible?». 

Narrador: – En 1831, reescribió la historia por completo hasta conseguir la versión definitiva que ha llegado hasta nuestros días… La edición revisada de 1831 apareció el lunes 31 de octubre de 1831 (Serie Standard Novels nº 9, también publicada en Londres). Es la primera edición en un solo volumen y ahora con el nombre y la nueva “Introducción” de Mary Shelley.

Mary: – Y ahora, una vez más, envío a mi horrenda criatura a que vaya al mundo y que prospere. Siento afecto por ella, pues fue el retoño de días felices, en que la muerte y el dolor no eran más que palabras que no encontraban verdadero eco en mi corazón…

Añadiré una sola palabra sobre las alteraciones que he hecho. Principalmente son de estilo. No he cambiado ninguna parte del relato, ni he introducido nuevas ideas o circunstancias.

Narrador: – De esta forma, entre historias de fantasmas, experimentos y lecturas, el encierro fructificó generosamente el día que Lord Byron propuso que cada miembro del grupo escribiera una historia de terror. Así se hizo, y el resultado fueron dos obras maestras de la literatura fantástica: El vampiro, de John William Polidori  –la historia de un seductor aristócrata que deja sin sangre a todas las mujeres que caen en sus redes,  –y antecedente del Drácula de Bram Stoker (1897)–, y desde luego Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley.

De regreso a Londres tras un viaje por el continente, Mary comenzó a sufrir los primeros síntomas de la enfermedad, un tumor cerebral, que acabaría por llevarla a la tumba el 1 de febrero de 1851. Tras su fallecimiento, cuando sus allegados revisaron sus pertenencias encontraron, envuelto en seda y junto con el poema de Percy B. ShelleyAdonáis, el corazón del que había sido su esposo y mentor. Tal vez lo conservó en espera de que, algún día, un VÍctor Frankenstein de carne y hueso le devolviera su latido.

Texto por

Andrés Bermea

Adaptación basada en textos de dominio público de la Introducción de Mary W. Shelley a la novela FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO editada en 1831.