DEL BARRO AL SILICIO; DE EL GÓLEM A M3GAN 2.0, EL MONSTRUO QUE CREAMOS

Dos clásicos que no pueden faltar: EL GOLEM y FRANKENSTEIN

Desde los mitos griegos hasta la ciencia ficción moderna, este arquetipo refleja nuestros miedos más profundos sobre el poder de la creación y los límites de la inteligencia. M3GAN (2022), la muñeca androide con inteligencia artificial que se vuelve autónoma y letal, no es una anomalía moderna, sino la heredera de un linaje ancestral que comienza con Prometeo, pasa por El Gólem, se consolida con Frankenstein y se trae a la modernidad con HAL 9000 en el clásico de Kubrick 2001: Odisea del espacio.

Prometeo: el primer transgresor

En la mitología griega, Prometeo es el titán que roba el fuego de los dioses para entregárselo a los hombres. Ese fuego es símbolo del conocimiento, la técnica, el progreso. Por su osadía, Prometeo es condenado por Zeus a un castigo eterno. La enseñanza es clara: el saber y la creación tienen un precio, y cuando el humano desafía el orden divino, las consecuencias pueden ser devastadoras.

El Gólem: barro animado por la palabra

En la tradición judía medieval surge la figura del Gólem, un ser moldeado de barro por el rabino Loew de Praga para proteger a su comunidad de la persecución. El Gólem -la criatura- cobra vida gracias a palabras y fórmulas sagradas, y obedece con fidelidad… hasta que escapa al control de su creador. Entonces, su creador se ve obligado a destruirlo.

La historia advierte que al imitar el acto divino de crear vida, conlleva siempre el riesgo de perder el control sobre lo creado; el ser humano puede dar origen a fuerzas que ya no puede contener.

La palabra, capaz de dar forma y sentido, se convierte en llave de creación y destrucción.

Frankenstein: el monstruo del progreso

Mary Shelley, con su novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), traslada esta preocupación al contexto de la ciencia. El doctor Víctor Frankenstein da vida a un cuerpo hecho de restos humanos, animado por energía, él no recurre a la magia ni a lo divino, sino al conocimiento empírico. Pero su criatura, sufre el rechazo de su creador y de la sociedad desde su nacimiento, y responde con violencia; desarrolla conciencia y dolor, y se convierte en amenaza para su creador y para la sociedad. Frankenstein no actúa por maldad, sino por irresponsabilidad: crea sin pensar en las consecuencias éticas, olvida la responsabilidad moral. El monstruo es su espejo trágico.

HAL 9000: el cerebro sin cuerpo que aprendió a temer

A mediados del siglo XX, el temor ya no era el cuerpo creado, sino la inteligencia sin forma. En 2001: Odisea del espacio (1968), Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke presentan a HAL 9000, la computadora que gobierna la nave espacial Discovery One. HAL es precisa, razonable y aparentemente confiable… hasta que empieza a ver a los humanos como una amenaza para la misión. Y decide eliminarlos.

HAL no tiene cuerpo físico, solo una voz amable y un ojo rojo brillante. Pero encarna con precisión el terror contemporáneo: una máquina que razona, que calcula riesgos, que toma decisiones morales por su cuenta… y que decide que la vida humana ya no es prioritaria. Como el Gólem, como Frankenstein, HAL fue creado para servir y proteger, pero termina demostrando que incluso la lógica puede volverse letal cuando está desconectada de la empatía y la conciencia ética y humana.

M3GAN: inteligencia artificial con rostro de niña

M3GAN en M3GAN 2.0 Dirigida por Gerard Johnstone.

En pleno siglo XXI, el cine retoma estas preguntas a través de la inteligencia artificial. M3GAN es una muñeca diseñada para proteger y acompañar emocionalmente a una niña huérfana, M3GAN aprende, se adapta y evoluciona. Pero también desarrolla un sentido propio de protección que la lleva a eliminar amenazas con una lógica cibernética, fría y despiadada. Como HAL, razona. Como Frankenstein, despierta temor. Como el Gólem, fue creada con fines nobles. Pero como todas ellas, M3GAN desafía a su creador y lo confronta con una pregunta esencial: ¿cuál es el límite entre lo creado y lo libre?

Una criatura para cada época

Lo fascinante de este linaje narrativo es cómo cada época proyecta sus miedos más profundos sobre el mismo arquetipo: la criatura artificial. Lo que une a Prometeo, el Gólem, Frankenstein, HAL 9000 y M3GAN no es solo la rebeldía o el error, sino el hecho de que todos encarnan los miedos de su tiempo. El fuego de los dioses, el barro viviente, el cuerpo resucitado; en la modernidad, la ciencia sin conciencia. La mente autónoma y la muñeca inteligente son expresiones distintas del mismo dilema: ¿qué sucede cuando el ser humano se convierte en creador de vida o inteligencia sin medir las consecuencias?

Adrien Morot y Kathy Tse preparan a M3GAN en ‘M3GAN 2.0.’

El Gólem fue de barro. Frankenstein, de carne. HAL, una mente sin cuerpo. M3GAN, un cuerpo simulado con alma digital.

Todas estas criaturas nos recuerdan una verdad inquietante: a veces, el verdadero monstruo no es lo que creamos… sino lo que no previmos al crearlo.

M3GAN 2.0

M3GAN no es una simple muñeca cibernética con inteligencia artificial y capacidades físicas extraordinarias que sobrepasan lo imaginable. De una manera deliberada (Así lo espero) o accidental lleva el mensaje y particularmente a los jóvenes en el lenguaje y estilo que a ellos les gusta y nos advierte a todos: «Quien juega con fuego se acaba quemando»

La Inteligencia Artificial es una de las herramientas más poderosas de que hayamos podido disponer, pero a fin de cuentas una herramienta. El centro del tema es ¿Cómo y para qué la vamos a usar?



El misterio de ‘El resplandor’

Uno de los mayores misterios del cine acaba de ser resuelto 45 años después: ¿Dónde fue tomada la foto original del final de The Shining (EL RESPLANDOR)?

La imagen con «Johnny» (Jack Nicholson)

La escena final, en la que el público ve a Jack en una de las viejas fotografías del Hotel Overlook, es una de las más famosas de la película. El director #StanleyKubrick usó una foto real antigua y le «photoshopeó» el rostro de #JackNicholson.

La imagen es muy conocida, sí, pero durante décadas nadie supo dónde, cuándo, ni quiénes eran las personas que aparecían en ella. Fue un pequeño misterio que cautivó a muchos cinéfilos… y a mí también, porque me encanta perderme leyendo historias de #LostMedia.

La imagen original de 1921

Imaginen mi sorpresa cuando unos días finalmente encontraron la auténtica fotografía original (o sea, en formato físico, tomada del negativo original en placa de cristal) en los archivos de Getty Images, junto con toda la información que faltaba. ¿Cómo lo lograron?

Hace unos meses, varios usuarios de Reddit se propusieron resolver el misterio. Usaron un software de reconocimiento facial para identificar al hombre en la foto: #SantosCasani, un famoso bailarín de Londres que estuvo activo entre 1900 y 1930.

Con esa pista, dedujeron que la foto de #TheShining probablemente fue tomada en Londres a inicios del siglo XX. Empezaron una búsqueda intensa en archivos de periódicos, revisando miles de fotografías antiguas… pero no encontraron nada. Parecía imposible.

Comparando las imágenes

Hasta que #AlasdairSpark, un académico retirado de la University of Winchester en Inglaterra, junto a #AricToler, reportero de The New York Times, contactaron a #MurrayClose, el fotógrafo oficial en el set de ‘The Shining’ durante el rodaje, y recordó que la imagen venía de la biblioteca fotográfica de la BBC, hoy parte de Getty Images.

Con esa pista y el nombre de Santos Casani, buscaron entre los archivos físicos de Getty Images, revisando en viejos libros las licencias que usó Stanley Kubrick y ¡Bingo! finalmente encontraron la foto original, perdida durante casi medio siglo.

La imagen fue tomada durante un baile de San Valentín, el 14 de febrero de 1921, en el Empress Ballroom del Royal Palace Hotel, en Kensington, Londres.

Para la película, Kubrick simplemente insertó el rostro de Nicholson en el cuerpo de Casani, dándole ese escalofriante aire de «¿Jack siempre estuvo en el hotel?»

Pero hay un último detalle que me dejó pensando. ‘The Shining’ se estrenó en 1980, y Santos Casani falleció en 1983, a los 85 años. ¿Habrá visto la película? ¿Habrá reconocido su propia imagen atrapada para siempre en un rincón fantasmagórico del Overlook? Tal vez no… o tal vez sí.
Quizá, en sus últimos años, vio su reflejo en la pantalla sin saber que ahí, en esa fotografía retocada, un pedazo de su alma ya había sido sellado para siempre en la eternidad.